La antigua noción griega de "idiōtēs" implicaba la descripción del que no entiende a la comunidad, el que se mantiene en sus negocios privados sin poder hacer política; el lego en los asuntos públicos.
Actualizar a nuestra cultura aquella figura nos permite decir que "idiota" es aquel que se reduce a sus intereses particulares, sin tener capacidad de hablar y articularlos con los intereses generales.
El idiota, no está capacitado para ir más allá de ello, no puede entender el esquema general de las cosas, es ridículo cuando intenta jugar el juego de la política pues no tiene noción de disimular sus intereses que, instátanemanente se hacen viables a los ojos de los demás.
¿Puede un país con personas y recursos de excelencia otorgarle un lugar central a tamaño personaje?. Sí lo hace ¿no es en términos griegos, muy idiota, ese país?. Es decir lo que creíamos excelencia es su contrario, pues dichos ciudadanos no entienen a su propia comunidad nacional y, por ello, en lugar de resistir al idiota: lo aplaude. Porque de ese modo se aplaude a sí mismo, tal como decían los griegos hacen los idiotas.