Estoy pedaleando y me siento ínfimo, en la avenida además me veo impotente con tanto dinero rodante.
Sin embargo, es paradójico también me siento dichoso. Muchas veces pienso que el ejercicio de pedalear renueva, en cada esfera que recorren mis pies, mis ganas de vivir.
Muchos contadores de maravillas que jamás pasan por el medio de los charcos llenos de agua podrida. En sus rutas no hay baches ni curvas peligrosas, ignoran los semáforos y, de ser necesario, saltan en sus bicis por encima del camión con acoplado que les llega imprevistamente de frente
Te van a prometer el paraíso a plazos y sin intereses. Si llegan a advertir esa abundancia de sentimientos que fluyen de tu interior agotarán todas las técnicas del marketing espiritual que tengan a mano