Antonio Gramsci, en un papelito anotado en 1917: “Obra pasivamente, pero obra. Es la fatalidad; es aquello con lo que no se puede contar; es aquello que destruye los programas, que arruina los planes mejor construidos; es la materia bruta que destroza la inteligencia.
Esto que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad (…). Entre el ausentismo y la indiferencia pocas manos, sin control alguno, tejen la tela de la vida colectiva, y la masa ignora, porque no se preocupa; y entonces parece que la fatalidad fuese la que trastorna todo y a todos, parece que la Historia no fuese otra cosa que un enorme fenómeno natural (…). Algunos lloran piadosamente, otros insultan obscenamente, pero ninguno o muy pocos se preguntan: ¿si yo hubiese hecho también lo que era mi deber, si hubiese buscado hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?”